
(siento las uñas largas, no me interesa cortarlas solo quiero comentar que están largas y que se acumulan en ellas algo más que el tiempo)
Y del mismo modo dejo que pasen los días. Deseo renunciar, es imperativo hacerlo. Sé que cuando pensaste [tu problema es que no estás en ventaja y eres muy flojo para competir] lo hiciste con la lucidez ácida que se ha formado en ti como una costra a causa de tanto ojo para tanta vida. Pero no se trata de ti, ahora déjame ser yo el que hable de mi… y no porque otros hablen de mi [poco me importan si lo hacen a mis espaldas o delante mío; solo jode si una de ellas lo escucha] sino porque yo sencillamente no hablo. ¿Y para qué hablar? Si tanto se ha formado el escudo, y ya hacen que sus propios prejuicios hablen por mí. Por lo pronto jode tanto el respirar el mismo aire, el sentir las mismas burbujas transcurrir a lo largo de mis venas, jode el sentir que todo gira y que estoy desconectado. Jode el no sentir ese cosquilleo en la cabeza, jode el no escribir, el no leer, el no pensar, el reaccionar. Jode el saber el cómo, el tener los recursos para ser considerado cuando es poco o nada lo que se hace realmente.
Sí, es cierto. Me da flojera competir. Sin embargo, ellos [los de allá] creen que debo de estar más adelante. Algún día quise estarlo, no lo niego; pero ahora me da igual ser cabeza de ratón que cola de león. El estómago es centro del universo, la acidez marca el ritmo de los vientos. Hoy encallará otro ideal más ante la mirada atónita de los allá. Y a la mierda todo lo que podrán pensar…o a la mierda yo, otra vez, por pensar sin hacerlo.
Es la tentación del fracaso, el ver discurrirse la arena en entre nuestros dedos ante nuestro ingenuo intento de retener un puñado siendo indiferentes al maremoto de tiempo y obligaciones que a la larga sabemos que nos sepultará. Es el elegir la danza hipnótica de lo que sabemos terminará mal, porque todo termina mal.